Me encanta estar tumbada en la cama, cepillándome los dientes, poniéndome un calcetín, leyendo, bailando... me encanta hacer lo que sea y que mientras lo hago se escuche la lluvia golpear con fuerza, golpear suave, golpear todas y cada una de las tejas que me protegen, que construyen el tejado de mi casa y que me hacen estar aquí, acurrucadita, calentita, ajena a todo y recordando que ahí fuera hay otro mundo.
Quizá sencillamente me gusta que me protejan; sentirme así, sana y salva. Sentirme en mi lugar. Sentirme en mi territorio.
Y es que adoro los pequeños placeres de la vida.
¿He dicho pequeños?.
(...)
Es tarde. Ahí fuera sopla el viento y llueve con fuerza. Todo está en silencio. La única señal de vida es mi pecho que se eleva al ritmo de mi respiración y las gotas rebotando con fuerza sobre el techo de mi habitación. Suena Sigur Ros. Me pesan los párpados. Abrazo la almohada. Relajo una pierna. Relajo la otra. Duermo. ¿Duermes?. Dormimos.
--BCÁ--
3 comentarios:
El mar, la arena, el aire, las miradas, los sueños, la felicidad,... Buscar con una lupa las minúsculas cosas que se esconden en cada paso de nuestra vida, en cada esquina, en cada cruce de caminos,... A veces las cosas más enanas son sin dudarlo el mundo que nos gustaría descurir,...
Quién si no tú PEQUEÑO... :)
Hola Bibiana, me gusta en especial el contraste entre el regocijo y disfrute interno de esos pequeños placeres, y el frio y lluvia tras los cristales.
Un abrazo
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